Este año también, dentro del marco de la iniciativa Leo Autoras Octubre #LeoAutorasOct, pretendemos dar visibilidad a escritoras en nuestro blog. Para ello, tenemos la intención de publicar un relato al día durante todo el mes. Que lo disfruten.
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Día 23: «Las fascinantes e increíbles aventuras del indómito guerrero encimmerio Kullnan, aunque aquí solo conste una. Es que los plurales siempre quedan más vistosos», de Raquel García Álvarez-Calderón»
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Día 19: «Por dragón, manténgase a la espera», de Andrea Arroyo del Campo
Este año también, dentro del marco de la iniciativa Leo Autoras Octubre #LeoAutorasOct, pretendemos dar visibilidad a escritoras en nuestro blog. Para ello, tenemos la intención de publicar un relato al día durante todo el mes. Que lo disfruten.
Aquella, estaba segura, era la última vez que confiaba en un alquimista. «¡Y yo qué sabía!», me habría gritado si supiera que estoy contando su historia, pero en aquel momento Cristal se miraba al espejo, horrorizada con su nuevo aspecto. Aquella mañana había caminado hasta el pueblo con la esperanza de ser la primera en llegar a la Cueva de Rubedo, que no era sino un nombre algo excéntrico para una peluquería en medio del bosque. Se decía que el peluquero tuvo un pasado entre la vida y la muerte y que prefirió dejarlo antes de que los cambios de humor le llevaran a quedarse para siempre en el lado incorpóreo. La rumorología es como la niebla: te deja agotado y nunca estás seguro de si lo que estás viendo es real. Pero quizá el cotilleo es lo único que la gente de castillo tiene en común con sus súbditos.
La guía plegó el paraguas
fosforito y sacó de la mochila una linterna que iluminó la desvencijada puerta
de hierro oxidado que guardaba la entrada a la roca. Forcejeó con la cerradura
unos instantes con la mano derecha hasta que se hartó, se puso la linterna
entre los dientes para sujetarla y tiró del pomo con ambas manos, impulsándose
hacia atrás con el pie apoyado en un saliente cercano. La puerta se abrió al tercer
intento con un crujido.