—Que no. No, no y no.

      —Pero… ¡papá!

      Alfonso movió la cabeza desesperado.

      —¡No! —se reafirmó su padre. Era un agricultor castellano de los de toda la vida, como lo fueron su padre y su abuelo, y nada le haría cambiar de opinión.

      —Solo quedamos nosotros en toda la provincia de Burgos. Es la modernidad, no puedes luchar contra el progreso.

      —Quizá no, pero me resistiré a él con todas mis fuerzas.

      —No servirá para nada. Ya lo has visto en las noticias, papá. La Tierra ha sido designada planeta-ciudad, y nuestras tierras han sido calificadas como zona edificable. Desde que podemos viajar y comunicarnos más rápido que la luz, estamos colonizando la galaxia, y sabes que lo más eficiente es que cada planeta se especialice en una cosa. Exceptuando las zonas de reserva natural necesarias para mantener el nivel de oxígeno de la atmósfera, el planeta entero será una gran megalópolis. Todo el mundo quiere vivir en la vieja Tierra, y hacen falta más y más viviendas.

      —¿Y tienen que hacerlas en mis tierras?

     —Son casi las últimas que quedan en España, papá. Además, a cambio de estas tierras, el Gobierno Galáctico nos concede la explotación en exclusiva del planeta Trigo-17. ¡Todo un planeta para nosotros! Proporcionaremos trigo suficiente para la Tierra y para varios planetas-ciudad más.

       —Trigo-17, Trigo-17… ¿Eso dónde cojones está? Seguro que está en los confines de la galaxia. ¿Qué haríamos allí?

    —Pues lo mismo que aquí, papá. Cultivar las tierras. Además, nos conceden ayudas para comprar maquinaria de última generación. Y la necesitamos para cultivar el planeta. Si no, sería imposible hacerlo entre mi hermano y yo y nuestras mujeres.

       —¿Seguro que ellas están de acuerdo? ¿Los cuatro allí solos sin nadie más en todo el planeta?

     —El planeta Servicios-5 está a media hora de viaje. Los niños irán allí a la escuela, y además tienen oficina de correo, y las oficinas necesarias para solucionar todo lo que no pueda hacerse online. Todo. Y tendremos muchas vacaciones cuando no sea época de cosecha. El trigo tampoco necesita muchos cuidados. Con lo fácil que es hoy día viajar entre planetas, podremos hacer turismo cuando queramos. Playa-12 está en el mismo sistema planetario y, si queremos algo distinto, tenemos Montaña-23 a menos de cinco horas en la nave. Dicen que los paisajes de Montaña-23 son los mejores de la galaxia. No nos faltará nada.

      —Yo no voy. Podéis iros vosotros si queréis, pero yo me quedo aquí. Soy un Álvarez, y nuestra familia cultiva esta tierra desde que tu tatarabuelo la compró hace ciento cincuenta años.

      —Te expropiarán, papá. Te repito que ya no está designada para uso agrícola. Si vienes a Trigo-17, prometo dejarte un rincón para que cultives tus cosas a la antigua usanza. Tomates, lechugas… Lo que quieras.

     —Me da igual. No. Yo me quedo. Aquí lo tengo todo. Quiero poder seguir yendo al bar de Paco y ver a mis amigos. Quiero poder ir paseando a la tienda de la esquina y comprar tabaco. ¿Qué hay para mí en Trigo-17?

    —Nada de eso es necesario, papá. Solo la gente mayor como tú compra en las tiendas. Lo que no podamos comprar en Servicios-5 lo pediremos a www.amazon.earth, y con el programa Prime nos lo mandan gratis en veinticuatro horas, incluso a un planeta remoto como Trigo-17. No nos faltará de nada.

      —El bar. Me faltarán Paco y mis amigos —se quejó Manuel con amargura.

    —Pero papá. Si el bar de Paco también tiene los días contados. Se lo expropiarán como a ti. A los hijos de Paco les han concedido la exclusiva de los restaurantes del parque de atracciones del planeta Megapark-4. ¡Tendrán visitantes de toda la galaxia! Es el futuro, papá, no puedes luchar contra él. Cada planeta cumplirá su función. ¡Paco y tú vivís anclados en el siglo xxi! ¡Estamos en 2118!

{***}

Alfonso abre el Skype intergaláctico y espera unos segundos a que se establezca la conexión.

      —Hola, Manolín, ¿qué tal?

      —Muy bien, papá, ¿y tú?

      —También, aquí, como siempre. ¿Qué me cuentas? ¿Cómo van los estudios?

      —Van, papá, nada especial.

      —Ya tengo ganas de que termines la ingeniería exoagrícola y puedas venir a ayudarnos a Trigo-17. Tu madre, tus tíos y yo no podemos con todo, y aún aplicamos las técnicas terrestres antiguas. Un experto en exoagricultura nos vendrá de maravilla.

      —Siempre me dices lo mismo, papá. Ya pronto, solo un año más de carrera. ¿Qué tal mamá?

      —Mamá está en la cosechadora ahora mismo. Te echa mucho de menos. Y el abuelo, ¿qué? ¿Como siempre?

    —Cada día peor, papá, cada día peor. No deja de mirar por la ventana del apartamento con cara de nostalgia. Y en cuanto puede, nos repite la misma historia de siempre: «Aquí donde se levanta este rascacielos es donde estaba la casa ancestral de los Álvarez. Nos la quitaron, nos expropiaron las tierras, levantaron estos monstruos y solamente nos dieron este apartamento». Yo creo que tiene un principio de alzhéimer.

      —Déjale, que ya es muy mayor. La expropiación le sentó muy mal. Yo creo que le afectó un poco al cerebro. Además, ya sabes que empeoró cuando murió la abuela. Cuídale, ¿vale? No le hagas enfadar.

     —Se pasa los días mirando la foto esa vieja de su bisabuelo, con ese bastón curvo y ese sombrero negro raro con rabito. ¡En papel y blanco y negro! Podría digitalizarla y colorearla, y luciría mucho mejor.

      —Ya sabes, es nuestro antepasado, se llamaba Manuel como vosotros dos, fue el que compró las tierras en 1953. Para el abuelo es como un icono familiar.

     —Lo peor es cuando subo con Ana a la terraza del piso 126 y me lo encuentro allí mirando a los neones y los rascacielos. Entonces nos dice: «Hijos míos, antes todo esto era campo…».

Pep Burillo

Profe de mates y friki a tiempo completo. De pequeño tenía ansia de escribir (¿os suena el concurso de la Coca-cola?) pero ya de mayor, los estudios y el labrarse una carrera profesional no le dejaban mucho tiempo para ello. Así y todo, en cada festival literario le entraba el gusanillo: «yo podría hacer esto». Así que se lanza al ruedo escritoril, aunque probablemente con mucha calma. Autor de una libretuit de Cerbero.

Ver comentarios

  • Pues gracias por compartirlo aunque no esté en la antología. Me ha sacado una buena de sonrisa de esas que hacen tanta falta. :D

  • Me ha encantado este relato. Si este no está en la antología, no quiero ni imaginarme lo que tienen que molar los que si hayan entrado.

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